¿Está mal tener fantasías sexuales?

Aldana Lichtenberger, PhD. @aldanalichtenberger

Spoiler: no solo no está mal, es parte de tu deseo

“¿Por qué fantaseo con cosas que no haría en la vida real?”
“¿Y si tengo pareja, está mal que imagine otra cosa?”
“¿Qué significa si me excita algo raro?”

Estas preguntas son más comunes de lo que pensás.
Pero como casi nadie habla de fantasías en voz alta, muchas personas terminan creyendo que lo que imaginan está mal, que algo anda raro en su cabeza… o que deberían dejar de tener esas imágenes si quieren una vida sexual “sana”.

Vamos de a poco.

 Las fantasías no son un problema. Son un lenguaje.

Tener fantasías no es algo que “te pasa”. Es parte de cómo funciona el deseo humano.
Tu mente crea imágenes, escenas, juegos posibles, no para decirte qué tenés que hacer, sino para activar ciertas sensaciones.

La fantasía es un espacio de libertad, no de mandato.
Podés desear algo en la imaginación sin querer llevarlo al plano real.
Y eso no significa que estés confundida/o, ni que estés traicionando a nadie, ni que tengas “una mente sucia”.

Significa que tu cerebro sexual está haciendo lo suyo.
Y eso está bien.

 

Lo que excita no siempre se entiende con lógica

Muchas fantasías sexuales no tienen sentido “racional”.
A veces excitan cosas que, en la vida cotidiana, serían contradictorias con tus valores, tu identidad o tu forma de vincularte. Y eso genera incomodidad.

Por ejemplo:
– Fantasear con alguien desconocido, aunque estés en pareja
– Fantasear con ser dominada/o, aunque en tu vida diaria seas súper independiente
– Fantasear con escenarios que jamás vivirías en la realidad

Esto no significa que “algo esté mal”.
Significa que hay una parte de tu mente explorando otras rutas de excitación.
Y que mientras vos puedas elegir qué hacer con eso, no hay peligro.
Lo peligroso es no hablarlo nunca, ocultarlo, juzgarte… y perderte la posibilidad de conocerte más.

¿Qué hago con lo que fantaseo?

Primero: no tenés que hacer nada.
Podés tener fantasías y dejarlas en tu mundo interno.
O podés compartirlas, explorarlas, resignificarlas.

En Flami trabajamos mucho con esto: aprender a registrar las fantasías como una brújula del deseo, no como una sentencia.

¿Te excita lo prohibido? Quizás necesitás más juego.
¿Te atrae lo nuevo? Quizás tu deseo está pidiendo salir del automático.
¿Te activan escenas de sumisión? Tal vez hay algo de soltar el control que tu cuerpo quiere experimentar en un espacio seguro.

Todo eso se puede trabajar, explorar, hablar.
Y muchas veces, cuando lo hacés, no solo baja la culpa, sino que se amplifica el deseo.

 

Cierre:

No estás mal por fantasear.
No estás sola/o.
No estás confundida/o.

Estás viva/o.
Tu mente está despierta.
Y tu deseo no tiene por qué ajustarse a un guion fijo.

Podés habitar tus fantasías sin vergüenza.
Porque no se trata de cumplirlas todas.
Se trata de dejar de esconderlas como si fueran un problema.

Flami