Aldana Lichtenberger, PhD. @aldanalichtenberger
Te pasa seguido. Decís que vas a mirar solo un ratito, pero se te va una hora. O dos. Después te sentís vacío, o con culpa. Tal vez lo hacés en secreto, aunque estés en pareja. Tal vez dejaste de excitarte con el sexo real. O te encontrás buscando cada vez cosas más intensas, más raras, más lejos de vos. Y en algún momento, pensás: “Esto ya no puede ser normal”.
¿Estoy adicto a la pornografía?
Esa pregunta se volvió cada vez más frecuente. Basta con buscar en Google y aparecen miles de artículos con títulos alarmantes, testimonios extremos, y promesas de desintoxicación milagrosa. Pero la realidad es que no todo consumo de porno es problemático. Y no toda dificultad con la excitación tiene que ver con la pornografía.
En este artículo te proponemos desarmar los mitos, salir del miedo y pensar en serio qué te está pasando. Sin moralismos, sin clichés, sin condena.
¿Existe realmente la “adicción” a la pornografía?
La respuesta rápida es: no hay consenso científico que respalde la idea de “adicción a la pornografía” como diagnóstico clínico independiente.
Ni el DSM-5 ni la OMS reconocen la adicción al porno como una entidad diagnóstica válida. Lo que sí existe, y merece ser atendido, es el uso problemático o compulsivo de pornografía.
Esto significa: no toda persona que ve porno con frecuencia tiene un problema. Y no toda persona que tiene un problema necesita dejarlo por completo. Lo importante no es la cantidad de porno que mirás, sino qué lugar ocupa en tu vida, en tu cuerpo, en tu deseo.
¿Cuándo el uso se vuelve un problema?
El porno se vuelve problemático cuando:
- Sentís que lo usás para evitar emociones (ansiedad, tristeza, vacío, soledad).
- Afecta tus relaciones, tu deseo o tu conexión sexual con otrxs.
- Aparece como conducta automática, sin deseo real, casi como reflejo.
- Sentís vergüenza, culpa o desconexión después de usarlo.
- Quisieras dejar de hacerlo, pero no podés.
En esos casos, no se trata de “mala voluntad” ni de “falta de autocontrol”. Tampoco es necesariamente una adicción. Es un patrón aprendido. Una respuesta que en algún momento sirvió para calmarte, excitarte o distraerte, y que ahora te está dejando atrapado.
En Flami lo miramos desde la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), que no se enfoca en eliminar la conducta como si fuera una sustancia, sino en comprender qué función cumple y cómo podés transformarla sin pelearte con vos.
¿Por qué usamos porno?
El porno no es el enemigo. Como todo recurso erótico, puede ser una herramienta de exploración, una vía de placer, una ayuda para fantasear o una forma de acceder a mundos que no siempre son fáciles de experimentar en la vida real. Lo que cambia es desde dónde lo usás.
- ¿Lo usás como fuente de placer o como escape del malestar?
- ¿Lo buscás con presencia o con ansiedad?
- ¿Te conecta con tu cuerpo o te desconecta?
- ¿Te enciende o te apaga?
No se trata de si está “bien” o “mal”, sino de si te acerca o te aleja de la sexualidad que querés vivir.
El circuito de dopamina no es una trampa
Uno de los argumentos más frecuentes contra el porno es que “hackea tu cerebro”. Se dice que libera dopamina en exceso, que te hace buscar cada vez más estímulo, que te genera tolerancia, como una droga. Y si bien es cierto que la pornografía activa el sistema de recompensa (como cualquier cosa placentera), eso no significa que sea adictiva en sí misma.
La clave está en el vínculo que tenés con ese circuito. No en demonizar la dopamina, sino en reconocer cuándo estás usándola como única vía de regulación emocional.
Mirar porno no “mata el deseo”. Pero si es tu única vía para excitarte, y no estás en contacto con tu cuerpo, tus relaciones o tus fantasías internas, puede volverse un loop de desconexión.
Lo que no se dice: el porno puede ser educación sexual (o su opuesto)
Muchas personas aprendieron sobre sexo mirando porno. Fue su primer acceso a escenas de intimidad, a imágenes del cuerpo desnudo, a dinámicas de deseo. El problema es que la industria pornográfica hegemónica no muestra la realidad del sexo humano, sino un recorte: cuerpos hegemónicos, guiones centrados en el placer masculino, ausencia de consentimiento explícito, coito mecánico.
Si no hay otras referencias, ese guion se vuelve la única forma imaginada de excitarse. Y ahí sí empieza el problema.
No con el porno en sí, sino con la falta de recursos para construir un mapa del deseo propio. Sin cuerpo presente. Sin conexión real. Sin imaginación activa.
Entonces, ¿hay que dejar el porno?
No necesariamente. La solución no es dejar todo, sino recuperar el margen de elección. Que mirar porno sea una decisión, no un reflejo. Que puedas elegir cuándo, cómo y para qué. Que haya otras fuentes de placer, conexión y erotismo en tu vida.
Algunas personas eligen hacer pausas, explorar el porn-free, o buscar alternativas como el porno ético, las narrativas eróticas, las fantasías propias, o la estimulación corporal sin imágenes externas. No como castigo, sino como experimento de libertad.
Y si lo dejás por completo, que sea porque te hace bien. No porque sentís culpa.
¿Y si no puedo parar?
Si sentís que el uso de porno se volvió compulsivo, no estás solx. Y no estás “rotx”. Hay formas reales de trabajar eso sin entrar en espirales de autoexigencia ni auto-odio.
Desde la mirada ACT, lo importante es:
- Entender qué emociones estás evitando cuando mirás porno.
- Aprender a tolerar el impulso sin reaccionar automáticamente.
- Recuperar la conexión con el cuerpo más allá de la excitación visual.
- Elegir desde tus valores qué tipo de sexualidad querés vivir.
No se trata de “resistir la tentación”, sino de crear espacio interno para elegir con más libertad.
Algunas preguntas para empezar a revisar tu vínculo con el porno:
- ¿En qué momentos lo buscás?
- ¿Qué estás sintiendo justo antes?
- ¿Qué te pasa en el cuerpo cuando lo mirás?
- ¿Qué efecto tiene después?
- ¿Qué fantasías o deseos estás tratando de sostener con esas imágenes?
- ¿Cómo sería usar el porno de un modo que no te desconecte, sino que te amplíe?
Estas preguntas no tienen respuestas correctas. Son brújulas.
En resumen:
- No todo consumo de porno es adicción.
- El problema no es el estímulo, sino el uso compulsivo y la desconexión.
- La clave no es prohibir, sino elegir.
- Recuperar la presencia, el cuerpo y el deseo propio es el camino más potente.
- La regulación emocional es un entrenamiento. No se logra con culpa, sino con conciencia.
En Flami no creemos en la moral sexual. Creemos en el poder de habitar tu deseo con libertad.
Si sentís que el porno está tomando demasiado espacio en tu vida, no necesitás dejarlo por vergüenza. Podés empezar a explorar nuevas formas de erotismo, conexión y regulación emocional, sin castigos ni diagnósticos que te reduzcan.
Nuestros cursos y espacios están pensados para eso: para que tu cuerpo, tu mente y tu deseo vuelvan a alinearse con la vida que querés vivir.