No siento deseo por mi pareja (pero no quiero separarme)

Aldana Lichtenberger, PhD. @aldanalichtenberger

Cuando el deseo cambia de forma, no siempre es el fin

“No tengo ganas de tener sexo.”
“No deseo a mi pareja como antes.”
“No quiero forzarme, pero tampoco resignarme.”

Estas frases se repiten más de lo que imaginamos. Y no siempre se dicen en voz alta.
A veces aparecen como un pensamiento fugaz, otras como una angustia constante, y muchas veces, como una culpa muda que va creciendo con el tiempo.

El deseo en la pareja no es un interruptor que se prende y se apaga. Es un sistema sensible, influenciado por el cuerpo, las emociones, la historia compartida y el contexto en el que se habita la relación.

Al principio, el deseo suele ser espontáneo, vertiginoso, impulsado por hormonas como la dopamina y la adrenalina. Es la etapa del enamoramiento, donde todo es novedad y lo erótico está a flor de piel. Pero con el tiempo, la química cambia: el cuerpo empieza a liberar más oxitocina y vasopresina, hormonas del apego y la vinculación estable. El vínculo se vuelve más profundo… pero también más predecible.

Y ahí es donde muchas personas se empiezan a preguntar:
¿Por qué ya no tengo ganas?
¿Será que ya no amo?
¿Está todo perdido?

La respuesta es: no necesariamente.
El deseo cambia. Eso es natural. Lo que importa es cómo respondemos a ese cambio.

En vez de forzarte a desear o resignarte a vivir sin deseo, podés abrir una nueva conversación. Con vos misma/o y con tu pareja. Podés preguntarte:
– ¿Qué necesito para volver a conectar con lo erótico?
– ¿Qué contextos me apagan el deseo?
– ¿Qué partes de mí dejé fuera de la relación?

Y desde ahí, empezar a probar.
Porque el deseo muchas veces no aparece “solo”. Se construye. Se cultiva.
Y puede volver, aunque no igual. Quizás más suave. Más lento. Más honesto.

En Flami lo vemos todo el tiempo: personas que creían que el deseo estaba muerto y, al cambiar el ritmo, la presión o la forma de vincularse, lo recuperan. No como antes, sino como necesitan ahora.

Así que no, no estás rota/o.
Y no, no tenés que separarte si todavía querés quedarte.
Pero sí necesitás animarte a salir del automático.
A correrte del “deber ser” del deseo.
Y a diseñar una sexualidad que tenga sentido para la persona que sos hoy.

El deseo no siempre grita.
A veces susurra.
Y si aprendés a escucharlo, todavía tiene mucho para decir.

Flami